Estaba una fregona por enero
metida hasta los muslos en el río,
lavando paños con donaire y brío
y mil necios trayendo al retortero.
Un cierto conde alegre y placentero
la pregunta por gracia: -¿Tienes frío?
Respondió la fregona: -Señor mío,
siempre llevo conmigo yo un brasero.
El conde, que era astuto y supo dónde,
la dijo, haciendo rueda como un pavo,
que le encendiera un cirio que traía.
Y dijo entonces la fregona al conde,
alzándose las faldas hasta el cabo:
-Pues sople ese tizón Vueseñoría.
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